viernes, 18 de septiembre de 2009

Christian Quel'thalas tuvo un sueño.

La psicologia vacila cuando intenta explicar las aventuras de nuestro mayor inmaterial en sus andanzas por la region del sueño, "gemelo de la muerte".

Este relato no quiere ser explicativo.... se limitara a registrar el sueño de Quel'thalas .

Una de las fases mas enigmaticas de esa vigilia del sueño, es que acontecimientos que parecen abarcar meses o años, ocurren en minutos o instantes.

Chris aguardaba en su celda de condenado a muerte.

Un foco electrico en el cielo raso del comedor iluminaba su mesa.

En una hoja de papel blanco una hormiga corria de un lado a otro y Quel'thalas le bloqueaba el camino con un sobre.

La ejecucion tendria lugar a las nueve de la noche.

El condenado sonrio ante la agitacion del mas sabio de los insectos.

En el pabellon habia siete condenados a muerte.

Desde que estaba ahi, tres habían sido conducidos, uno, enloquecido y peleando como un lobo en una trampa, otro, no menos loco, ofrendando al cielo una hipocrita devocion, el tercero, un cobarde, se desmayo y tuvieron que amarrarlo a una tabla.

Se pregunto como responderian por el su corazon, sus piernas y su cara, porque esta era su noche.

Penso que ya casi serian las nueve.

Del otro lado del corredor, en la celda de enfrente, estaba encerrado Stronzi, el siciliano que habia matado a su novia y a los dos agentes que fueron a arrestarlo.

Muchas veces, de celda a celda, habian jugado a las damas, gritando cada uno la jugada a su contrincante invisible.

La gran voz retumbante, de indestructible calidad musical, llam:- Y, señor Quel'thalas, ¿como se siente? ¿Bien?

- Muy bien, Stronzi - dijo Chris serenamente, dejando que la hormiga se posara en el sobre y depositandola con suavidad en el piso de piedra.

- Asi me gusta. Hombres como nosotros tenemos que saber morir como hombres. La semana que viene es mi turno. Asi me gusta. Recuerde, yo gane el ultimo partido de damas. Quizás volvamos a jugar otra vez.

La estoica broma de Stronzi, seguida por una carcajada ensordecedora, mas bien alento a Christian; es verdad que a el le quedaba todavia una semana de vida.

Los encarcelados oyeron el ruido seco de los cerrojos al abrirse la puerta en el extremo del corredor.

Tres hombres avanzaron hasta la celda de Quel'thalas y la abrieron.

Dos eran guardias; el otro era Frank -no, eso era antes- ahora se llamaba el reverendo Francisco Winston, amigo y vecino de sus años de miseria.

-Logre que me dejaran reemplazar al capellan de la carcel, dijo, al estrechar la mano del condenado.En la mano izquierda tenia una pequeña biblia entreabierta. Quel'thalas sonrio levemente y arreglo unos libros y una lapicera en la mesa. Hubiera querido hablar, pero no sabia que decir.

Los presos llamaban a este pabellon de veintitres metros de longitud y nuevo de ancho, Calle del Limbo. El guardia habitual de la Calle del Limbo, un hombre inmenso, rudo y bondadoso, saco del bolsillo un porron de whisky, y se lo ofrecio al prisionero diciendo:

- Es costumbre, usted sabe. Todos lo toman para darse animo. No hay peligro de que se envicien.

Quel'thalas bebió profundamente.

- Asi me gusta -dijo el guardia-. Un buen calmante y todo saldra bien.Salieron al corredor y los siete condenados lo supieron.

La Calle del Limbo es un mundo fuera del mundo y si le falta alguno de los sentidos, lo reemplaza con otro. Todos los condenados sabian que eran casi las nueve, y que Chris iria a su silla, a las nueve. Hay tambien, en las muchas calles del Limbo, una jerarquia del crimen. El hombre que mata abiertamente, en la pasion de la pelea, menosprecia a la rata humana, a la araña, y a la serpiente. Por eso solo tres saludaron abiertamente a Christian, cuando se alejo por el corredor, entre los guardias: Carpani y Marvin que al intentar una evasion habian matado a un guardia, y Bassett, el ladron que tuvo que matar porque un inspector, en un tren, no quiso levantar las manos. Los otros cuatro guardaban humilde silencio.

Christian se maravillaba de su propia serenidad y casi indiferencia. En el cuarto de las ejecuciones habia unos veinte hombres, entre empleados de la carcel, periodistas y curiosos que...Aqui en medio de una frase, El Sueño quedo interrumpido por la muerte de Christian Quel'thalas . Sabemos sin embargo el final: Christian, acusado y convicto del asesinato de su esposa, enfrentaba su destino con inexplicable serenidad. Lo conducen a la silla electrica, lo atan. De pronto, la camara, los espectadores, los preparativos de la ejecucion, le parecen irreales. Piensa que es victima de un error espantoso. ¿Por que lo han sujetado a esa silla? ¿Que ha hecho? ¿Que crimen ha cometido? Se despierta: a su lado estan su mujer y su hijo.

Comprende que el asesinato, el proceso, la sentencia de muerte, la silla electrica, son parte de un sueño. Aun tremulo, besa en la frente a su mujer.

En ese momento, lo electrocutan.
La ejecucion interrumpe el sueño de Quel'thalas.