viernes, 8 de febrero de 2013

No olvideis que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo.

Os contaré un secreto, no leemos y escribimos poesía porque es bonita.

Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana, y la raza humana está llena de pasión.

La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana.

Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen viv@s

Sarita Amon.

Tod@s sabemos lo útiles que resultan los refranes para el buen orden de la existencia humana.

El origen de la mayoría de ellos suele estar relacionado con la actualidad de la época en la que se crearon.

De la Edad Media, por ejemplo, son muchos de los que tratan sobre la comida. Al fin y al cabo, la comida era de las pocas cosas divertidas que se podía hacer en aquella época y, por lo tanto, u...
n tema habitual de conversación.

Por aquel tiempo la gente comía una barbaridad (los pocos que comían) y de entonces son los refranes empeñados en predicar la moderación en el comer.

Repetían, por ejemplo: “come poco y cena más, duerme en alto y vivirás” que aparte de resaltar lo inconveniente que resulta dormir en el suelo, dejaba bien claro que había que comer poco y cenar mucho, el dócil medieval obraba en consecuencia.

Otro refrán advertía, “de grandes cenas están las sepulturas llenas”, y el dócil tragón cenaba muy ligeramente pero comía muchísimo.

Pero sabiendo ellos, como sabemos todos, que los refranes son el fruto de la sabiduría popular, la mayoría pensaban que ambos refranes, el que recomendaba comer en abundancia y el que aconsejaba cenar mucho, tenían seguramente razón.

Además, cuando moría de un hartazgo, atormentado por la gota y estrujado por la arteriosclerosis, nadie sabía si realmente había muerto por comer o por cenar.

Lo que no acabo de entender es como a nadie le surgió la duda de lo inconsistente que resultaban todos aquellos consejos cuando veían que la gente que no comía ni cenaba, es decir, que hacía caso omiso de cualquier refrán, tenían la misma mala salud que los señores y, además, se morían casi al mismo tiempo.

Sarita Amon.

Cuando yo era (bastante) más joven lo tenía claro, mi hombre ideal debería de tener -mínimo- el sentido del humor de Woody Allen, la voz de cine de Alpacino, el matiz susurrante de Robert de Niro, la prosa de Flaubert, el magnetismo volcánico de Marlon Brando, las cejas enarcadas de Sean Connery, el labio partido de Bogart, la encantadora placidez de Cary Grant, la ironía desdeñosa de Mitchum, la dureza sobria y asumida de Clint Eastwood, el canalleo profesional de Jack Nicholson, la descarada chulería de Paul Newman, la mirada transparente de Montgomery Clift, el ceño atormentado de Jeremy Irons, los pómulos afilados de Willem Dafoe, los labios carnosos de Mick Jagger, las delicadas manos de Dirk Bogarde, la elegancia gestual de James Dean, la nariz griega de Mastroianni, la mandíbula de Pierce Brosnan, los anchos hombros de Gregory Peck, el estudiado desaliño de Damon Albarn.

Ahora -que soy (bastante) menos joven- la realidad es que mi hombre no tiene ninguna de esas cosas (bueno.. casi ninguna) pero lo más curioso es que tampoco le hace falta ninguna de esas cosas (bueno, casi ninguna) para ser mi hombre.. mi hombre ideal.
Misterios de la naturaleza oiga.

!Anda y que no me he puesto yo pastelosa hoy! Lo siento por el pobre páncreas, que debe de andar segregando insulina como un descosido para metabolizar tal subidón de azúcar.
Cosas de la tormenta que a esta hora parece que va a caer.. y mira que es raro que una tormenta parezca que va a caer a estas horas de la mañana.

Misterios de la naturaleza.
Jaujujjjjjajajujujja
Sarita Amon.