martes, 19 de marzo de 2013

Me encanta charlar. Me pasaría horas haciéndolo, sobre todo con esa gente con la que “puedes” hablar, todas esas personas con la que resulta fácil mantener un diálogo fluido y ese diálogo además te aporta algo, nuevas formas de ver las cosas, nuevos perspectivas, personas con las que siempre aprendes, que saben hablar porque han aprendido a escuchar.

 Esas charlas con los amig@s en los que tod@s (bueno, siempre un@s más que otros) damos nuestro punto de vista de las cosas, donde todos somos músicos pero no hay director.

Pero a veces, como si de un mal sueño se tratase, se nos cuela entre bambalinas el “amig@ charlatán”.

Para mí los charlatanes son insoportables.

Conozco algun@, supongo que “casi” todos pensamos en alguien al oír la palabra charlatán.

 Hace unos días estuve con uno.

Me lo encontré sin querer, y también sin querer, y sin que pudiera pararle, me destripó con su crítica una película que yo quería ver y que por supuesto él no había visto (aunque yo hubiera jurado que, tal y como hablaba sobre ella, podría haberla dirigido).
¿Cómo reconocer al amig@ charlatán?


Hay unas reglas muy sencillas.

Os diré que ni siquiera es el que más hable de tod@s, si vais por ahí tal vez no daréis con él o ella.

Tiene otras características.

Puedo poner algunos ejemplos, y éstos no me los tengo que inventar porque están basados en hechos reales.


El charlatán nunca ha estado en Cuba pero es capaz de hablarte con total desparpajo de cómo es el día a día en la Habana, no la ha visitado en su vida, pero sabe hasta cómo huele El Malecón, y claro, nos deja a tod@s boquiabiertos (al principio de asombro para, poco a poco, irse convirtiendo en bostezos mal disimulados).

Preguntando, preguntando, resulta que ha leído en un periódico cualquiera, una editorial cualquiera, de un periodista cualquiera (¡cuidado! que puede ser un muy buen periodista, pero no es dogma de fe por muy bueno que sea) y AHÍ LO PONÍA, eso que él había dicho, y claro, el charlatán ya se cree con los conocimientos necesarios para dar clases magistrales sobre el comunismo de Fidel.
Saben de todo, y cuando digo de todo es de TODO.


Tú háblales de lo que quieras, porque parecen los fundadores del Larousse.

Si les preguntasen a ell@s se encargarían de hacer desaparecer el agujero de la capa de ozono y acabar de una vez por todas con el cambio climático,  porque no sé dónde han leído que puede ser sólo un invento de algunos para hacer documentales (probablemente también en otra columna de otro periódico/revista/magazine).

Y aquí aparece la palabra clave: DOCUMENTALES.

Los documentales son su mayor fuente de información, ésos les encantan, porque en la comodidad de su salón frente a una enorme televisión de plasma está su trono, su laboratorio, su centro de operaciones,  el sofá.

No viajan mucho, no tienen tiempo, porque se perderían durante el viaje toda la información que día a día devoran para ser los más informados.

No viajan, pero saben porqué hay problemas con las Farc (y podrían solucionarlos también, después de tapar el agujero de marras).

Conocen la política internacional porque ven todos los telediarios, y te hablan con igual facilidad del Islam, que del mal de las vacas locas, o de la cría de la babosa.

Sinceramente, no me gustan las charlas con los charlatanes.

Los charlatanes no dan opiniones sino titulares, y a mí, por norma general, me gusta más cuando "escuchas con atención" que cuando "atiendes para escuchar".

No sé si me explico.

Tal vez no.

Seguro que no.

Creo que en todas las ciudades debería existir un Speakers’ Corner como el del Hyde Park de Londres, porque así nosotros, mundanos ignorantes desinformados, decidiríamos si acudir a ver a los charlatanes y empaparnos de sus enseñanzas o, por el contrario, preferimos seguir dándole de comer a los patos, esos seres adorables de cuentos infantiles que a mí tanto me gustan.

Sarita Amon.