sábado, 27 de febrero de 2010

Una de sabado jajajajujujijijaja

Hay quien tienen verdadera vocacion por algo pero al que, tal y como esta montado el tinglado (numerus clausus absurdos, examenes imposibles, economia perjudicada) se le pone bastante cuesta arriba aquello tan sobrevalorado del querer es poder.

Stubbins Flirth, un aspirante a medico en la Filadelfia a principios del siglo XIX, no permitio que su condicion de negado –bastante negado- para estudiar, y sus abundantes problemas economicos, entorpeciera su vocacion.

Seguro de si mismo, se lanzo a demostrar por su cuenta y riesgo, la tesis de que la fiebre amarilla no era una enfermedad contagiosa.

Para ello no tuvo ningun reparo en inyectarse primero, e ingerir despues, la orina reciente (tenia que estar aun tíbia como poco) de los enfermos aquejados de dicho mal, acompañada de otras delicatessen entre los que se incluian vomitos, esputos, heces y cualquier otro tipo de fluido que pudiera o pudiese lograr del enfermo... siempre que fueran frescos, o al menos del dia. ¡Faltaría!

Dado que la fiebre amarilla sí que es una enfermedad muy contagiosa, lo unico que logro demostrar el temerario aspirante, que no llego a contraerla pese a sus continuos y memorables esfuerzos, es que los milagros medicos si que existen.

Al menos algunas veces.

Sobre todo porque gracias a sus ensayos, le dieron directamente el título de medico.

Algo a todas luces injusto.

Todo el mundo sabe que a los pobres estudiantes que usan la via oficial les hacen hacer mil cosas peores.

¡Donde va a parar!
jajajajujujijijajaja

Sarita Amon