jueves, 12 de febrero de 2015

Distraída, descentrada, alejada de la realidad, desvinculada del interés del momento, sin capacidad para hacerme cargo de la situación... si me dieran un euro cada vez que me han dicho que dejara de estar en la Luna y volviera a la realidad ya sería millonaria.

Y sin embargo, mirar la Luna, posarse en ella, puede ofrecer nuevas perspectivas.

 La Luna es reflexión. 

Nos da qué pensar, nos hace pensar. 

Nos saca del limitado horizonte de lo inmediato, nos enseña otras pisadas, las que se muestran en un determinado soñar, imaginar, desear, las que sustentan la capacidad de procurar algo diferente, algo mejor. 

Si no pasamos por ello, si no somos capaces de estar en la Luna de vez en cuando, nos perderemos los mejores espacios para disfrutar en la Tierra.

En la Luna estoy, a cuarenta y tantos  años desde que Neil Armstrong pisara por primera vez su superficie ( supuestamente ) , y, aunque teóricamente tengo que volver a la (frenética) actividad  diaria no pienso bajarme de ella tan fácilmente.

Sarita Amon.