sábado, 7 de diciembre de 2013

Sin salir de nuestra habitacion recorrimos nuestro mundo y mas alla, alguna lagrima vertimos con Heidi, y Marco y una tal Laura Ingalls que vivia en una pequeña casa de una pradera.

Hoy las cosas han cambiado y seguramente lo hayan hecho para bien, pero a veces tengo mis dudas.


En nuestras casas albergamos varios televisores con programacion a la carta, y ya no vivimos en blanco y negro.

El color todo lo invade, principalmente el rosa.

Nadie se acuerda de muchos personajes que pasaron por su pantalla.

Son recuerdos del pasado en un mundo de vertigo que no perdona la falta de variedad.

Esa misma variedad de la que hoy disfrutamos pero que, salvo honrosas excepciones, sustituye el talento por la verborrea, la elegancia por la estupidez y la profesionalidad por los resultados economicos,  esa variedad que hace que mientras que los padres investigan huellas en el salon sus hijos luchen con Narutos y Digimones en sus dormitorios.

Los nuevos tiempos traen nuevos programas, y la clave esta en saber escoger.

Hoy la picardía de Shin Chan haria sucumbir la inocencia de Cleo, Tete y Coletas Telerin.

Pero mientras que Belen Esteban se ria de ello, o Jesus Mariñas pretenda explicar el porque del color de las bragas de la ex novia de Paquirrin, prefiero recordar lo que sentia a mis diez años, cuando en el programa 300 millones un avion surcaba de este a oeste la pantalla de aquel televisor en blanco y negro y dentro del cual mis sueños también volaban, mientras mi madre, puntualmente, traia la cena de todos a la mesa del salon.

Miercoles nostalgico. Demasiado nostalgico

Sarita Amon