UNA CARTA ESPECIAL
Encontré tu pagina hace unos días y la verdad me ha gustado
mucho y me ha hecho pensar y olvidar a ratos mi destino, quiero contarte parte
de mi y ayudar a quien lo pueda leer, puedes publicarla si es tu deseo te lo agradecería,
de alguna forma permaneceré aquí, gracias.
Ahora, mientras estoy sentado en esta
silla de ruedas.Que es mi fiel compañera, aunque no hace muchoTiempo que yo
podía moverme como cualquier otra persona como si nada hubiera sucedido.
Pero aparte de ser mi fiel compañera es
mi único medio de transporte. Me encuentro con ganas de escribir sobre mi
trascendental vida porque, con ello, consigo evadirme de tanto sufrimiento.
La única ilusión que me queda en esta
triste vida es la de expresar mi dolor y constancia sobre la pérdida de mi
juventud, transformándola en una amargura para todas las personas que me
rodean.
Eso me hace parecer un pobre anciano que
quiere dejar constancia sobre la poca sabiduría que fui adquiriendo en estos
años, que fueron concedidos antes de ser informado sobre la enfermedad que
estoy padeciendo y que va apagando poco a poco la llama de mi vida y
arrebatándome hasta mi último soplo de vida como si de las memorias de un
anciano se tratara, como si ya no pudiera seguir disfrutando de la vida como
antes.
Me complacería poder dejar mi pequeña
sabiduría para aquellas personas que, a pesar de ser jóvenes y emprendedoras,
con creatividad y ansiedad de superación, día tras día fracasan en esta corta
vida por no saber diferenciar sus objetivos ante la realidad o situaciones
nuevas que la vida les concede.
Por ellos y porque sino mi vida no
tendría sentido, les quiero decir que aprovechen cada momento de la vida como
si fuese el último que hicieran y que, aunque ellos no lo crean, la vida son
dos días.
Por eso debemos aprovecharlas ya que no
sabremos cuando se nos agotará la vida porque pende de un hilo, esta media tos
pero mi enfermedad está a punto de arrebatarme mi corta vida.
Ya no soy aquel chico al que le daba todo igual porque se veía
con tanta energía y vitalidad, ni tampoco soy aquel chico que desbordaba
alegría sin imaginar que su vida estaba llegando a su fin.
Dejémonos llevar por el recuerdo hasta
llegar 5 años atrás, cuando aún podía sentir la utilidad de mis piernas, cuando
aún era capaz de darle una patada a un balón y pasear por aquellos jardines
llenos de vida y de enigmas.
En aquella época aún me sentía joven y
lleno de vida sobretodo porque mi corazón sentía unas enormes ganas de vivir y
estaba incansable porque sentía un aprecio y derrochaba amor hacia todas las
personas que se sentían a gusto a mi lado.
En aquellos años fui la persona más
afortunada del mundo porque a mi lado se encontraba el primer y, hasta
entonces, único amor de mi verdadera vida, ¡cambiaría toda mi riqueza por
volver a esos momentos que viví tan apresuradamente pero con una gran
constancia bajo el encanto del amor!
Gracias a la fortuna que conseguí, con
mucha suerte, jugando a la primitiva, tuve la osadía de poder permitirme el
lujo de viajar y disfrutar de otros lugares que, por su hermosura, hicieron que
me despistase y perdiese la noción del tiempo porque estando al lado de aquella
mujer me sentía la persona más magnífica de aquella época.
Pero una mañana, me desperté con mi
cuerpo sudoroso y lleno de sangre. Yo no me di cuenta en ese momento que mi
pesadilla comenzaría así.
Aquella mañana acudimos al mejor
especialista de esta zona. Me revisó y, después de muchas pruebas, dio su
diagnóstico. No piensen que me dijo el diagnóstico a mí.
No, primero se lo dijo a esa mujer que
estaba conmigo.
Cuando ella entró en aquella habitación
en la que me estaban haciendo todas las pruebas mire su cara y me di cuenta de
que algo malo estaba sucediendo ya que sus ojos no lo podían ocultar.
No era la cara feliz y carismática de
siempre sino que era muy fría y pálida.
Al verla así me levanté de la silla de
ruedas en la que me habían hecho las pruebas y me dirigí hacia el despacho del
especialista para que me diese una explicación sobre lo que me estaba
sucediendo.
El especialista comenzó a hablar, hablar
y hablar y, por un momento, lo paré y le dije:- ¡Por favor, sin rodeos!, ¿Qué
tengo doctor? Sea sincero y franco-.
Él me respondió:-Lo que le voy a decir
no es nada bueno.
Si cree que está preparado para oírlo se
lo diré, sino esperaré un poco más de tiempo-.
Entonces, sin pensarlo, me armé de valor
y le dije:- Estoy preparado-.
Sus únicas palabras fueron:- Usted es un
enfermo en fase terminal.-Oyendo aquellas palabras el mundo se me vino encima
y, con mi pensamiento seco y frío, me levanté del sillón en el que estaba
sentado y me marché dándole las gracias al especialista.
Mientras se me encogía mi pequeño y
enmudecido corazón, salí de aquel despacho con el rostro de un cadáver.
Por primera vez en mi vida me sentí solo
aunque en realidad no fuese así.
Fue entonces cuando comprendí que mi
vida estaba llegando a su fin, que ya no sería la misma persona de antes porque
en una semana ya no sería capaz de escribir porque hasta el peso del bolígrafo
me haría daño.
Empecé a pedirle explicaciones a Dios,
pero eran inútiles porque me sentía tan agotado que ni tan siquiera me
importaba el motivo de aquella situación.
En mi cabeza solamente aparecían las
siguientes preguntas:- ¿Por qué yo?, ¿Por qué a mí?, ¿Que hice yo para merecer
esto?...
Mi cuerpo ya no sentía sino que padecía
el sufrimiento de lo insufrible por esa mujer.
Quería que mi vida se agotara muy
deprisa para no poder ver lo que estaba sucediendo.
Mi vida se estaba transformando en una
auténtica pesadilla. Parecía un sueño pero no lo era.
Era mi vida.
La siguiente mala noticia que podía
recibir era que la mujer que siempre estuvo a mi lado desaparecía de mi vida
porque no podía ser feliz estando a mi lado.
Fue entonces cuando, armándome de
verdadero espíritu de lucha, comencé a intentar vivir aunque ahora realmente
estuviese solo.
Con mi enfermedad en una fase controlada
y estando yo con una buena actitud ante ella comencé a salir de nuevo.
Un día estaba paseando por el parque, al
lado de mi casa, con una gorra en la cabeza para que nadie se diese cuenta de
la pérdida de cabello que tenía por culpa de la enfermedad.
Mi rostro era cada vez más pálido y mi
mirada estaba cada vez más perdida en el infinito.
Allí fue donde comencé a asimilar
aquella nueva situación.
Mientras caminaba bajo el aroma de los
árboles y el canto de los pájaros mi débil cuerpo se desplomó como si acabase
de llegar el fin de mi vida.
Una vez que mi piel rozó la dulzura de
la hierba y la frescura de la vida me di por vencido esperando el momento más
oportuno para acabar con tanto dolor, sufrimiento y padecimiento.
Se acercó a mí muy rápidamente una mujer
que, mostrando un tremendo interés, pidió ayuda para trasladarme al hospital
con toda rapidez donde me estabilizaron de nuevo.
Una vez estabilizado y recuperado quise
conocer aquel dulce rostro, aunque fuese por poco tiempo, que se acababa de
ganar mis respetos y mi admiración por su voluntad al salvarme la vida. Desde
aquel momento comenzamos una nueva vida en común, ya que esa mujer se vino a
vivir conmigo para atenderme.
Mi corazón volvió a recobrar una enorme
ansiedad de vida porque me sentía enamorado de aquella extraordinaria y
magnífica mujer pero no sabía cómo demostrarle mis sentimientos porque tenía
miedo a que ella sintiese lo mismo por mí y pudiera llegar a sufrir cuando
llegase la hora de dejar este pequeño pero no menos extraordinario mundo.
Con aquellas enormes ganas de seguir
viviendo bajo la atenta y cariñosa mirada de esa mujer dejaba que mi
imaginación soñase y volase de nuevo. ¡Todo gracias a ella!
Me volvió a crecer el pelo, me sentía
vivo y recuperado pero solamente era fruto de mi imaginación.
Al final me armé de valor y le dije lo
que sentía por ella y ella me correspondió de la misma forma.
Aquella noche fue eterna.
Aquella inmensa alegría duraría unos 2
meses.
Una mañana, en la que ella fue a buscar
provisiones para tener algo que meter en el estómago, se agotaron mis
esperanzas ya que, cuando quise ponerme en pie me fue completamente imposible y
mientras me desplomaba en el suelo me di cuenta que la enfermedad me estaba
recordando que ella seguía pendiente de mí para acabar aquel pequeño soplo de
vida que me quedaba a mi lado.
Ahora, día tras día, voy empeorando
pero, mientras pueda ver su rostro, sentir su tacto acariciándome y ver su boca
diciendo lo mucho que me quiere me doy por satisfecho.
Me siento muy orgulloso de ella y no le
tengo miedo a la muerte. Esta mañana fue mi última revisión médica.
El médico fue sincero conmigo y me dijo,
a mí solamente, que, como mucho, me quedaban 2 semanas de vida.
Una vez en casa, recordando las palabras
del médico, me dispuse a hacer mi testamento sin que ella se enterase para no
asustarla.
Ahora mismo me encuentro solo ya que
ella se fue a hacer unos recados.
Me parece que llegó el momento.
Siento que me faltan las fuerzas y mi
corazón comienza a obstruirse y no es capaz de bombear la sangre del interior
de mis venas.
Mi soplo de vida llegó a su fin.
Me alegro de que, a mi corta edad, sea
capaz de asimilar esta derrota como si fuese un triunfo más en mi vida.
Esto no es un ¡Adiós! Sino que es un
¡Hasta siempre! Porque siempre estaré en vuestros corazones.
Y para ti, mi amor, si lees esto, lo
único que puedo decirte es que te quiero, que te amo y que, a pesar de esta
enfermedad, a tu lado comprendí lo valiosa que puede llegar a ser la vida.
Te recordaré siempre y estaré vigilando
para que no os pase nada ni a ti ni por supuesto, a esa pequeña criatura que
llevas en tu vientre desde hace un tiempo.
Recuérdale, cuando sea mayor, como era
yo antes de morir para que comprenda el aprecio que llegué a tener por la vida
a pesar de esta enfermedad.
Todo esto por conocer a esa criatura y
estar siempre a vuestro lado.
ADIÓS MI Amor ADIOS
Sarita gracias por todo
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