domingo, 25 de febrero de 2007

UNA CARTA ESPECIAL

Encontré tu pagina hace unos días y la verdad me ha gustado mucho y me ha hecho pensar y olvidar a ratos mi destino, quiero contarte parte de mi y ayudar a quien lo pueda leer, puedes publicarla si es tu deseo te lo agradecería, de alguna forma permaneceré aquí, gracias.

Ahora, mientras estoy sentado en esta silla de ruedas.Que es mi fiel compañera, aunque no hace muchoTiempo que yo podía moverme como cualquier otra persona como si nada hubiera sucedido.

Pero aparte de ser mi fiel compañera es mi único medio de transporte. Me encuentro con ganas de escribir sobre mi trascendental vida porque, con ello, consigo evadirme de tanto sufrimiento.
La única ilusión que me queda en esta triste vida es la de expresar mi dolor y constancia sobre la pérdida de mi juventud, transformándola en una amargura para todas las personas que me rodean.
Eso me hace parecer un pobre anciano que quiere dejar constancia sobre la poca sabiduría que fui adquiriendo en estos años, que fueron concedidos antes de ser informado sobre la enfermedad que estoy padeciendo y que va apagando poco a poco la llama de mi vida y arrebatándome hasta mi último soplo de vida como si de las memorias de un anciano se tratara, como si ya no pudiera seguir disfrutando de la vida como antes.
Me complacería poder dejar mi pequeña sabiduría para aquellas personas que, a pesar de ser jóvenes y emprendedoras, con creatividad y ansiedad de superación, día tras día fracasan en esta corta vida por no saber diferenciar sus objetivos ante la realidad o situaciones nuevas que la vida les concede.
Por ellos y porque sino mi vida no tendría sentido, les quiero decir que aprovechen cada momento de la vida como si fuese el último que hicieran y que, aunque ellos no lo crean, la vida son dos días.
Por eso debemos aprovecharlas ya que no sabremos cuando se nos agotará la vida porque pende de un hilo, esta media tos pero mi enfermedad está a punto de arrebatarme mi corta vida.
Ya no soy aquel chico al que le daba todo igual porque se veía con tanta energía y vitalidad, ni tampoco soy aquel chico que desbordaba alegría sin imaginar que su vida estaba llegando a su fin.
Dejémonos llevar por el recuerdo hasta llegar 5 años atrás, cuando aún podía sentir la utilidad de mis piernas, cuando aún era capaz de darle una patada a un balón y pasear por aquellos jardines llenos de vida y de enigmas.
En aquella época aún me sentía joven y lleno de vida sobretodo porque mi corazón sentía unas enormes ganas de vivir y estaba incansable porque sentía un aprecio y derrochaba amor hacia todas las personas que se sentían a gusto a mi lado.
En aquellos años fui la persona más afortunada del mundo porque a mi lado se encontraba el primer y, hasta entonces, único amor de mi verdadera vida, ¡cambiaría toda mi riqueza por volver a esos momentos que viví tan apresuradamente pero con una gran constancia bajo el encanto del amor!
Gracias a la fortuna que conseguí, con mucha suerte, jugando a la primitiva, tuve la osadía de poder permitirme el lujo de viajar y disfrutar de otros lugares que, por su hermosura, hicieron que me despistase y perdiese la noción del tiempo porque estando al lado de aquella mujer me sentía la persona más magnífica de aquella época.
Pero una mañana, me desperté con mi cuerpo sudoroso y lleno de sangre. Yo no me di cuenta en ese momento que mi pesadilla comenzaría así.
Aquella mañana acudimos al mejor especialista de esta zona. Me revisó y, después de muchas pruebas, dio su diagnóstico. No piensen que me dijo el diagnóstico a mí.
No, primero se lo dijo a esa mujer que estaba conmigo.
Cuando ella entró en aquella habitación en la que me estaban haciendo todas las pruebas mire su cara y me di cuenta de que algo malo estaba sucediendo ya que sus ojos no lo podían ocultar.
No era la cara feliz y carismática de siempre sino que era muy fría y pálida.
Al verla así me levanté de la silla de ruedas en la que me habían hecho las pruebas y me dirigí hacia el despacho del especialista para que me diese una explicación sobre lo que me estaba sucediendo.
El especialista comenzó a hablar, hablar y hablar y, por un momento, lo paré y le dije:- ¡Por favor, sin rodeos!, ¿Qué tengo doctor? Sea sincero y franco-.
Él me respondió:-Lo que le voy a decir no es nada bueno. 
Si cree que está preparado para oírlo se lo diré, sino esperaré un poco más de tiempo-.
Entonces, sin pensarlo, me armé de valor y le dije:- Estoy preparado-.
Sus únicas palabras fueron:- Usted es un enfermo en fase terminal.-Oyendo aquellas palabras el mundo se me vino encima y, con mi pensamiento seco y frío, me levanté del sillón en el que estaba sentado y me marché dándole las gracias al especialista.
Mientras se me encogía mi pequeño y enmudecido corazón, salí de aquel despacho con el rostro de un cadáver.
Por primera vez en mi vida me sentí solo aunque en realidad no fuese así.
Fue entonces cuando comprendí que mi vida estaba llegando a su fin, que ya no sería la misma persona de antes porque en una semana ya no sería capaz de escribir porque hasta el peso del bolígrafo me haría daño.
Empecé a pedirle explicaciones a Dios, pero eran inútiles porque me sentía tan agotado que ni tan siquiera me importaba el motivo de aquella situación.
En mi cabeza solamente aparecían las siguientes preguntas:- ¿Por qué yo?, ¿Por qué a mí?, ¿Que hice yo para merecer esto?...
Mi cuerpo ya no sentía sino que padecía el sufrimiento de lo insufrible por esa mujer.
Quería que mi vida se agotara muy deprisa para no poder ver lo que estaba sucediendo.
Mi vida se estaba transformando en una auténtica pesadilla. Parecía un sueño pero no lo era.
Era mi vida.
La siguiente mala noticia que podía recibir era que la mujer que siempre estuvo a mi lado desaparecía de mi vida porque no podía ser feliz estando a mi lado.
Fue entonces cuando, armándome de verdadero espíritu de lucha, comencé a intentar vivir aunque ahora realmente estuviese solo.
Con mi enfermedad en una fase controlada y estando yo con una buena actitud ante ella comencé a salir de nuevo.
Un día estaba paseando por el parque, al lado de mi casa, con una gorra en la cabeza para que nadie se diese cuenta de la pérdida de cabello que tenía por culpa de la enfermedad.
Mi rostro era cada vez más pálido y mi mirada estaba cada vez más perdida en el infinito.
Allí fue donde comencé a asimilar aquella nueva situación.
Mientras caminaba bajo el aroma de los árboles y el canto de los pájaros mi débil cuerpo se desplomó como si acabase de llegar el fin de mi vida.
Una vez que mi piel rozó la dulzura de la hierba y la frescura de la vida me di por vencido esperando el momento más oportuno para acabar con tanto dolor, sufrimiento y padecimiento.
Se acercó a mí muy rápidamente una mujer que, mostrando un tremendo interés, pidió ayuda para trasladarme al hospital con toda rapidez donde me estabilizaron de nuevo.
Una vez estabilizado y recuperado quise conocer aquel dulce rostro, aunque fuese por poco tiempo, que se acababa de ganar mis respetos y mi admiración por su voluntad al salvarme la vida. Desde aquel momento comenzamos una nueva vida en común, ya que esa mujer se vino a vivir conmigo para atenderme.
Mi corazón volvió a recobrar una enorme ansiedad de vida porque me sentía enamorado de aquella extraordinaria y magnífica mujer pero no sabía cómo demostrarle mis sentimientos porque tenía miedo a que ella sintiese lo mismo por mí y pudiera llegar a sufrir cuando llegase la hora de dejar este pequeño pero no menos extraordinario mundo.
Con aquellas enormes ganas de seguir viviendo bajo la atenta y cariñosa mirada de esa mujer dejaba que mi imaginación soñase y volase de nuevo. ¡Todo gracias a ella!
Me volvió a crecer el pelo, me sentía vivo y recuperado pero solamente era fruto de mi imaginación.
Al final me armé de valor y le dije lo que sentía por ella y ella me correspondió de la misma forma.
Aquella noche fue eterna.
Aquella inmensa alegría duraría unos 2 meses.
Una mañana, en la que ella fue a buscar provisiones para tener algo que meter en el estómago, se agotaron mis esperanzas ya que, cuando quise ponerme en pie me fue completamente imposible y mientras me desplomaba en el suelo me di cuenta que la enfermedad me estaba recordando que ella seguía pendiente de mí para acabar aquel pequeño soplo de vida que me quedaba a mi lado.
Ahora, día tras día, voy empeorando pero, mientras pueda ver su rostro, sentir su tacto acariciándome y ver su boca diciendo lo mucho que me quiere me doy por satisfecho.
Me siento muy orgulloso de ella y no le tengo miedo a la muerte. Esta mañana fue mi última revisión médica.
El médico fue sincero conmigo y me dijo, a mí solamente, que, como mucho, me quedaban 2 semanas de vida.
Una vez en casa, recordando las palabras del médico, me dispuse a hacer mi testamento sin que ella se enterase para no asustarla.
Ahora mismo me encuentro solo ya que ella se fue a hacer unos recados.

Me parece que llegó el momento.
Siento que me faltan las fuerzas y mi corazón comienza a obstruirse y no es capaz de bombear la sangre del interior de mis venas.
Mi soplo de vida llegó a su fin.
Me alegro de que, a mi corta edad, sea capaz de asimilar esta derrota como si fuese un triunfo más en mi vida.
Esto no es un ¡Adiós! Sino que es un ¡Hasta siempre! Porque siempre estaré en vuestros corazones.


Y para ti, mi amor, si lees esto, lo único que puedo decirte es que te quiero, que te amo y que, a pesar de esta enfermedad, a tu lado comprendí lo valiosa que puede llegar a ser la vida.
Te recordaré siempre y estaré vigilando para que no os pase nada ni a ti ni por supuesto, a esa pequeña criatura que llevas en tu vientre desde hace un tiempo.
Recuérdale, cuando sea mayor, como era yo antes de morir para que comprenda el aprecio que llegué a tener por la vida a pesar de esta enfermedad.
Todo esto por conocer a esa criatura y estar siempre a vuestro lado.
ADIÓS MI Amor ADIOS 


Sarita gracias por todo

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